Con su pequeña bebé cargada a la espalda, doña Marisol huyó por montañas y selvas hasta encontrar refugio en el Ecuador. Ella vino de Colombia, del Huila, en donde los paramilitares mataron a sus tres hermanos; y por si eso no fuera suficiente, se llevaron a sus hermanas, de quienes no ha vuelto a saber desde entonces.
Ya en el Ecuador, doña Marisol tuvo la suerte de ser acogida con calidez, pero también la mala fortuna de asentarse en el sector de Sacha y del río Huamayacu, donde nacieron sus otras cuatro hijas. “Es que el agua es altamente contaminada. Me dicen que salga de aquí, que saque a las niñas… ¿a donde me voy a ir?” Ya escapó de los peligros de la violencia y ahora, rodeada de otras amenazas, ¿a dónde va a seguir huyendo?
Atrapada nuevamente entre fuego cruzado, doña Marisol batalla con coraje y, a veces, con dureza para sacar adelante a sus cinco hijas. Ya no son las balas, ahora es un peligro menos evidente, un enemigo que trabaja silencioso pero que puede ser igualmente letal. “Los médicos me dicen que puede ser por la contaminación de la zona”.
Brenda, Diana, Cynthia, Ana Bel y Alejandra son una pandilla de bellas pescaditas saltarinas, revoloteadoras y juguetonas. A ratos brillan con destellos de luz, color y alegría y en otros se transforman en un equipo de serias niñas trabajadoras que se van haciendo adultas y ensombreciendo antes de hora. Es el diario trajín de una familia campesina de escasos recursos que, además de sobrevivir, tiene que enfrentar la prematura enfermedad de uno de sus miembros. “Empezó por el hígado”, luego el cáncer se fue esparciendo por el vaso, la columna y la cabeza de la pequeña Diana.
Del libro “Sobre-Vivir”
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