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El Hielero del Chimborazo

Baltasar Ushca, nieto del Chimborazo, sube a donde su abuelo para cosechar hielo de sus entrañas, siguiendo el mismo camino de frío y de sudor que siguieron su padre, sus abuelos, sus bisabuelos y todos los demás.

 

Cuando las jóvenes de los páramos andinos salen de casa en noches de tormenta, corren el riesgo de quedar embarazadas del taita Chimborazo. Si así sucede, sus hijos nacerán albino, del color de su padre. Esto le pasó a la abuela de Baltasar y, por eso, él se enorgullece de ser nieto del gran monte.

 

Le pregunto por qué se dedica a esta actividad tan dura que exige enfrentar los gélidos vientos del páramo, la lluvia y la nieve, y caminar hasta casi 5 000 metros de altura para recién ahí empezar su durísimo trabajo: habrá que desprender el hielo del glaciar; luego habrá que cortarlo en bloques, empacarlo, atarlo al lomo de los burros, y naturalmente, habrá que bajar; en total cerca de 12 horas. Baltasar lo piensa un poco y, con una sonrisa amable, casi ingenua –pero con algo de sorna e ironía– responde: “plata fácil”.  Sin embargo, todos sabemos que casi no hay dinero de por medio y que no ha sido nada fácil, sino todo lo contrario.  Pero, principalmente, sabemos que la cosa no va por ahí.  

 

Quizá más bien se trata de reconocerse como parte de un gran todo… como un eslabón más de una larga cadena que se pierde en la niebla del monte y las generaciones. O tal vez, se trata simplemente, de dedicarse a lo único que uno aprendió a hacer.

 

Yo prefiero pensar que se trata simplemente de fluir con el viento del páramo y su melodía; de ser fiel a uno mismo y al legado de los antiguos dioses y, así, cultivar una relación, aunque áspera, también poética y vital, con el abuelo monte.

 

Sin embargo, no todos lo sienten así ni tienen la fortaleza de Baltasar, y él se ha ido quedando solo. Su hermano Gregorio terminó por abandonar la profesión de hielero y se hizo heladero, oficio que parece ser más fácil y un poco más rentable.

 

Pero Baltasar es obstinado.  Acompañado de sus burritos Azulejo y Grabiela, y de su perro Sargento, Baltasar Ushca, hielero por tradición, continúa aventurándose más allá de las nubes y el frío para extraer un poco de hielo del corazón del Chimborazo. Al final del día, no solo baja con su helado y centenario cargamento sobre el lomo de sus burros, sino con algo del poderoso y cristalino espíritu de la montaña en su pecho…  y en su sonrisa.

 

Don Baltasar me dice que él es el último hielero del Chimborazo...  y yo no quiero creerlo.

Del libro “Miradas”

 

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Flanco Oriental del Chimborazo
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