Baltasar Ushca, nieto del Chimborazo, sube a donde su abuelo para cosechar hielo de sus entrañas, siguiendo el mismo camino de frío y de sudor que siguieron su padre, sus abuelos, sus bisabuelos y todos los demás.
Cuando las jóvenes de los páramos andinos salen de casa en noches de tormenta, corren el riesgo de quedar embarazadas del taita Chimborazo. Si así sucede, sus hijos nacerán albino, del color de su padre. Esto le pasó a la abuela de Baltasar y, por eso, él se enorgullece de ser nieto del gran monte. Leer más...
El abuelo emplumado del Cuyabeno es, en realidad, el bisabuelo, el tatarabuelo y todos los demás abuelos, de antes y de siempre, que navegaron por los bosques de la identidad y de la tradición. Con las concesiones petroleras ya muy cerca; con una vía que pasa por las cabeceras del río y es usada por los madereros, ¿será que sus nietos podrán ejercer el derecho que todos los niños tienen a crecer apegados a Leer más...
Sionas del Cuyabeno
Laguna del Cuyabeno
FotoGalería / Gente Ver más...
FotoGalería / Flora y Fauna Ver más...
El Hielero Del Chimborazo
Flanco Oriental del Chimborazo
Este libro es una invitación a compartir un caminar por las geografías del paisaje y del alma de un Ecuador poco conocido y olvidado. Es un viaje hacia la gente sencilla que vive su día a día, silenciosa e imperceptiblemente, fluyendo al compás del viento… fluyendo con la melodía del agua o con el canto del bosque.
Este es un libro de encuentros con héroes y heroínas casi invisibles, mágicamente tocados de humanidad e identidad.
Pero estas imágenes… estas historias contadas con luz, en colores, texturas y sombras, son principalmente un homenaje de cariño, respeto y admiración a la gente de alma grande que, sin pretensiones y con mucha humanidad, vive, sueña y camina por los caminos olvidados de nuestro país.
Del libro "Miradas"
“El que se va nunca vuelve”, sostiene Gonzalo Zaldumbide, y lleva mucha razón porque el viajero, aunque regrese, ya nunca será el mismo.
Los relatos de este libro, cuyas claves se fueron haciendo visibles poco a poco, cuando al fin se disipó el polvo del camino, son bálsamos traídos de esos parajes y lugares desde donde ya nunca se vuelve.
Este vagabundear cinematográfico y fotográfico siempre persiguió y dio frutos concretos que, en su momento, fueron importantes, aunque ahora, viéndolos en retrospectiva, los proyectos que lo motivaron siempre fueron buenos pretextos para coger el camino. Hoy, con el paso del tiempo, lo que va quedando como una esencia destilada es lo respirado, lo mirado, lo caminado, lo compartido… lo vivido en el trayecto, el viaje, los restos del viaje, lo que no parecía tan importante, lo que en realidad importaba:
los aromas, los soles y las astillas del camino.
Del libro "Los Restos del Viaje"